martes, 3 de diciembre de 2013

Sentir

Entre la piel y la sangre tengo una cantidad de amor coagulado que no sé qué hacer con él.
Tengo los ojos tristes pero con esperanza. Tengo el cuerpo cansado de todo y de nada. Pero tengo el corazón sangrante que supongo que eso es bueno porque me recuerda que está ahí. Sí, el corazón lo siento y, como todo lo que siento, me da ánimos. Los caminos de mi razón a veces me dan miedo porque no sé por dónde quieren llevarme y trato de no pensar… Últimamente me están fallando demasiado. Los sentimientos y la razón.

Trato de llevar una vida controlada, caminando sin pisar fuera del borde (o al menos sin salirme de la raya). Y no quiero hundirme porque no quiero que me rescaten. Ni quiero que me protejan más de lo que necesito. Ni quiero dormirme sin motivos. Ni quiero que  me lleven la contraria ni que me den la razón. Pero tampoco me gusta esta sensación de vacío. Un vacío sepulcral. Y esto sí que no sé cómo remediarlo. Siento que los recuerdos me molestan.

Y necesito unas vacaciones para que me evada y deje de sumergirme en mis pensamientos, mis ideas y mi atonía. No quiero que mi atención se desvíe y se dirija a cosas sin importancia, cosas que no servirán ni ahora ni a mi futuro. Hace días estallaba y ahora me desinflo. A veces parece que hasta dudo de quién soy o qué quiero ser. Me planteo preguntas que antes sí tenían respuestas y ahora no hallan más que el silencio. No la tienen. Me siento débil y sin camino. Lo lamentable es que, realmente, ni he hecho el intento de conocerme más profundamente, sólo vivo y exprimo, y vivo, y vivo… ¿Rutinariamente? No sé quiero creer que no. Pero soy un pozo hondo sin sabiduría. No me siento como antes, para nada. Tampoco salgamos de lo paradójico que ni me siento bacteria ni invisible ni nada de eso, simplemente me siento distinta.
Que los días no eran buenos, pero es que han ido yendo de mal en peor. Y lo que quiero es saltar, correr, gritar, porque echo de menos los días felices. Y quiero apartar los cuestionamientos de existencia y las búsquedas de respuestas, porque es que ni se saca nada positivo ni vale la pena sentirse así. Que sí, que la mayor del tiempo ahora tengo miedo, pero también soy consciente de mi simple felicidad. De lo sencillo que es hacerme reír, lo querida que me siento a veces, lo fácil que es tirar de mí y llevarme a donde sea. Lo fácil que soy para coger cariño. Soy fácil de obtener, de molestar, de querer, de utilizar, de abandonar, pero parece ser que la mayoría no se dan cuenta de que también soy fácil de dañar.

Trato de alejar el dolor, pero parece que ha encontrado su sitio entre la segunda y tercera costilla. Parece que lo único que le falta es un butacón de tronista, porque se sienta ahí y finge que no sucede nada. Pero lo más mínimo que hace, me llega adentro. Quiero tener la valentía de poder quemar ese butacón con el dolor y que ardan rápidamente. Pero lo único que obtengo es remordimiento y hundir más mi dignidad. El problema es que finjo estar bien cuando realmente estoy destruida por saberme utilizada. Ah, y eso también me convierte en estúpida. Sufro. Tengo ganas de huir y escapar, pero no de las personas, sino de lo que siento.

Pero esto tiene que acabar, a pesar del miedo y de lo confundida que me sienta,  tengo que saber qué pensar, qué hacer, qué decir y cómo actuar. A pesar de los desahogos ni yo misma me entiendo y no es que me importen mucho las críticas de los demás o cómo me juzgue el resto. Se acabó el pánico. Comenzará de nuevo el control y cerraremos el corazón bajo llave.

Así que hoy, me quedaré en la cama para disfrutar del silencio, de la libertad y de mi autonomía. Porque la dueña de mi vida soy yo: me esfuerzo y consigo lo que me propongo. Esta sensación, a veces la confundo con vacío porque parece que si no siembro tristeza y angustia, no hay sentido… Que no es malo porque no todo es amor en esta vida. En realidad, mi vida soy yo misma, que no todo se soluciona con la energía del amor, a pesar de que fortalezca todos los sentidos, y sobre todo el amor hacia uno mismo. Y por eso tengo escrito en mi pared “Ámate y ama”, para fijarme y recordarme la razón por la cual estoy aquí.

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