jueves, 13 de octubre de 2016

Saber no ocupa lugar

Como dice mi abuela, yo nací indignada y así me pasa, que todo me parece mal.
Yo no sé si feminista se nace o se hace, pero cuanto más me fijo en ciertas cosas, más me enfado. Hace dos días, el 11 de octubre, fue el Día Internacional de la Niña y vi la famosa foto de “alienten a sus hijas a estudiar, a viajar, a crecer y NO a buscar marido” en Facebook. Estereotipos, estereotipos, estoy HARTA de ellos. Entré en la foto (que posteriormente publiqué) y claro, no sé por qué me sigue sorprendiendo que haya más mujeres en contra de esa foto.
Bueno, ¿y qué tiene de malo aconsejarles para un futuro con su pareja? ¡Parece que ahora estamos en contra de las familias!

¿Disculpe? ¿Mande? Señora, no es que esté en contra de las familias ni que yo quiera crear controversias,  pero ¿cómo puede defender que antes marido a realizarse como persona? ¿Por qué seguimos teniendo la cabeza tan llena de serrín? ¿Le digo por qué? La historia es sencilla, yo soy la mayor de cuatro hermanos y los dos pequeños son la parejita con 21 meses de diferencia. El niño es el mayor y luego está la niña. Como las dos mayores somos dos chicas y nos llevamos cinco años de diferencia, no reparé en algunas costumbres que tiene la gente. Pero para que se sepa, me duele cuando le dicen a mi hermana lo guapa que está. Que conste que es preciosa, puede ser amor de hermana-madrina, pero mi hermana es guapísima, lo tengo muy claro. Cuando nos hemos tenido que encontrar con amigos o familiares, cuando hemos paseado, la gente le dice “qué guapa estás”. Yo no soy madre, pero tengo una relación muy estrecha con ellos y la diferencia de edad (16 y 18 consecutivamente) puede ayudar, y me puede enorgullecer, pero lo que percibí fueron los comentarios cuando veían al niño: “qué energía tiene” o “qué espabilado estás”. ¿Qué pasa, que no es guapo? Él llamaba más la atención que ella en un principio, y aunque de vez en cuando le dijesen lo guapo que es, los comentarios iban más bien enfocados a su carisma, a que es buen deportista, a su inteligencia. ¿Ella no tiene energía, no es espabilada? Difícil de creer, cuando la ves dando botes, bailando, saltando. A estas alturas, puede que creáis que estoy planteando una obviedad: vivimos en una cultura (a nivel MUNDIAL) en la que la presión social sobre la mujer para que trate de alcanzar unos cánones de belleza establecidos es innegable. Una realidad en la que parte de las “obligaciones de una mujer” (lo pongo entre comillas porque yo sigo sin saber qué son las obligaciones de una mujer, no me lo enseñaron en mi casa, lo siento) parecen ser cuidar su imagen y estar guapa.

Durante mis vacaciones, mi hermana me preguntó “¿estoy guapa?”. Al escucharle, se me pusieron los pelos de punta. Acaba de cumplir ocho años y ya tiene interiorizada la idea de “estar guapa”, ¿por qué? Fácil. Nada como escuchar continuamente “qué guapa estás” acompañado de sonrisas y  gestos de aprobación. Hace ya dos años y medio que no vivimos bajo el mismo techo, pero sentí que quería borrar esa pregunta de su cabeza, para siempre. Tenía ganas de gritar al mundo y a ella especialmente “cariño, no estás guapa. ERES guapa, indiferentemente de la ropa que lleves o si te acabas de levantar, porque tienes CUALIDADES HUMANAS y una actitud ante la vida que te hacen ser preciosa: luchadora, inteligente, bondadosa, empática, valiente y muchas otras cosas más”.
Pero yo no puedo borrar esa pregunta de su cabeza, no lo puedo lograr si la gente continúa diciéndole lo guapa que está. Las palabras de alabanza y los mensajes positivos son clave para que los niños crezcan con una autoestima fuerte y se desarrollen felices, pero si la autoestima de una niña se basa en si los otros la ven guapa o no, estamos perpetuando los cánones de belleza y la “obligación de las mujeres”  a cumplir paradigmas preestablecidos, además de limitar su valor a determinada apariencia.
Y aquí es cuando reitero la importancia de estudiar, de viajar, de aprender cosas nuevas, no a buscar marido. Yo vivo con mi novio y hace poco me dijeron “qué suerte que tu novio te ayude en casa”. Y yo me quedé muda, en serio, era la viva imagen del emoticono del WhatsApp con los ojillos como platos, ¿cómo que qué suerte de que me ayuda en casa? La casa no es mía, es de los dos. Los dos trabajamos, los dos tenemos vidas. A veces cocino, a veces cocina, a veces pedimos a domicilio. A veces plancho y a veces plancha. ¿Por qué damos por sentado que YO porque he tenido la suerte de ser MUJER tengo que limpiar, cocinar, trabajar, planchar y encima estar como una diosa las 24 horas del día posibles? ¿Por qué no hay que alentar a las hijas a tener marido? PORQUE NADIE ALIENTA A HIJOS A TENER ESPOSAS, porque hay futuro sin casarse también. A mí nunca me han dicho que yo debía aprender a planchar camisas de hombre para un futuro con ellos. Ni cocinar, ni nada. A mí, mis padres nunca me han hablado de las “obligaciones de mujer”. Así que, si yo no tengo hambre y no quiero cenar, Xavier se hará un huevo y santas pascuas, y si mañana no trabajo y no me maquillo, no pasa nada, porque si lo hago ES POR MI, no por gustar a la sociedad, yo ya sé cómo soy.

Y habrá a quien le parezca que saco de quicio las cosas o que soy una histérica. Pero prefiero tomar medidas antes de tiempo. Mi hermana tiene ocho años y aún  no está metida en presiones sociales que antes o después percibirá: leerá revistas y verá la televisión. Habrá gente que le dirá (como a mi) “¿todo eso te vas a comer?”, pues si, ¡y si te descuidas me comeré tu ensalada mal aliñada también! No podemos evitar todo eso, ni quiero hacerlo, pero si quiero que tenga claro que lo importante es crecer como persona, luchar por lo que se quiere, estudiar lo que le gusta, vivir. Eso le va a hacer bella también. La belleza exterior es temporal, independientemente de cómo se vista, de cómo se peine, etc. Las palabras de todo el mundo tienen tanto impacto en ella como las mías en su autoestima y en sus creencias. Así que no digáis a más niñas que están guapas. Y a los que tienen chicos, hacedles ver que ellas pueden ser tan creativas, deportistas, fuertes y valientes como ellos.

Señora de Facebook, tan indignada como yo, pero de otro modo, entre todos podemos enseñar que algunas “formas de hablar preestablecidas” cambien y que así niños y niñas crezcan más felices y seguros de sí mismos; que he aprendido a utilizar un abrelatas con 24 años, y no soy “menos mujer”, que ya no vivimos en el siglo XX, y que no pasa nada si tengo 26 años, no estoy casada, no quiero hacerlo y no tengo hijos. No alentéis a hijas a buscar marido. Alentadles a ser mejores personas, a ser bondadosas, persistentes, curiosas, empáticas, tenaces, a ser valientes, a luchar, a viajar, a conocer, a aprender, a estudiar, a cualquier otra cualidad que apreciéis en ellas. Decidles que el saber no ocupa lugar.

Que el hecho de ser sentimental o que no se les den bien los números no les haga ser débiles o estúpidas. Que si cocinan o planchan es porque tienen hambre o porque tienen una entrevista hoy, no por un futuro con un hombre.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Rarely

Some things just don't pan out how they are mean to…
You win some, you lose some… But the key is to just keep smiling and enjoy everything that comes your way… Life is for living not trying to correct what we should have done!
Why do we allow pain to creep inside our minds? We rarely realize the value of a moment until it becomes a memory… Life has so much to offer and so much to take, pain should not be included.


Suffering is optional and pain illusional.

We give and we take…
When is enough?
When will the drain that is our tears run out?
If that even so...

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Quinientos

Lo que nadie te dice cuando viajas y vives fuera es la lista de las miles de cosas que vas a echar de menos. Al principio todo el mundo estará contento, se alegrarán por ti e incluso, cuando llegue el momento del adiós, llorarán porque te vas. Pero vuestras vidas dejarán de ser compatibles, vas a perderte los cumpleaños, las comidas familiares, las quedadas con los amigos. Tu vida va a estar completamente aparte. Vas a sentir pena y… vas a llorar. Mucho. Pero nadie te dice eso. Nadie te dice la de kleenex que vas a gastar echando de menos a tu gente. Quinientos papelitos rodando por la sala. Porque para ellos sólo se ha ido una persona, mientras para ti se han ido todos nadie te va a decir la manera en la que la gente va a reaccionar cuando vean que con tu salario no puedes permitirte bajar en todas las vacaciones/puentes posibles. Ellos no van a estar para celebrar tus logros y tampoco van a estar para secar tus lágrimas. Así que, en tu nueva vida aprendes y comienzas a hacer tu “pequeña nueva familia”. Lo que te ha llevado años contar a amigos en tus zonas de confort, en tu nueva  morada quizá te lleve un par de meses.

Vas a hacerte fuerte por necesidad y te harás roca si ya eras o creías que eras fuerte. Vivir lejos te curte, como las manos en  el anuncio de Neutrogena. Vas a aprender la diferencia entre “problemas” y PROBLEMAS: te deshaces de muchas cosas y de muchas personas que no te aportan absolutamente nada. Pero entre otros, vas a conocer a personas increíbles y descubrirás que ni eras tan “rara” o “diferente” o “borde” como tú creías o el resto del mundo te había hecho ver. Personas con gustos iguales o no, pero con las mismas ganas de vivir, disfrutar y descubrir  que tú.

Y tienes que cortar raíces: en un principio, me sentía frustrada porque veía que ya había dejado de “formar parte” de mi vida anterior. A base de muchas charlas, cafés y lágrimas reconocí que no podía estar viviendo en dos partes: o bien vivía en Madrid o en París,  pero no seguir atormentándome con lo que pasaba allí y empezar a verlo de manera objetiva, cual mero espectador. Obviamente, elegí París: mi vida actual, nuevos amigos que, aunque no son los que he tenido hasta que he llegado a aquí, compartimos la experiencia de ser extranjeros (seguramente algo que muchos de mis amigos no comprenden) y se han hecho un hueco enorme en mi corazón; mi trabajo, mi pareja con la que paso cada día… Esto es lo que elegí.

París es una ciudad dura: de entrada, esto no es el sur de Francia, la gente va a ser muchas veces crítica con tu acento, mientras otros te dirán que lo adoran; si el año tiene doce meses, ten por seguro que once de ellos va a llover y  que diez vas a ir abrigado; el efecto sol juega un papel importante, sobre todo en los españoles, cuando en invierno puedes estar fácilmente tres semanas sin ver un mini rayo de sol; la gente es mucho más fría, pero es cierto que luego cuando te acogen, no van de falsete.
A veces vas a flaquear: me gustaría encontrarme con mi yo de catorce años y decirle que en doce años no va a vivir en Estados Unidos como esperaba, sino en Francia y que, a pesar de no haber estudiado francés, no se te da tan mal… Pero que no te vas a comer el mundo, es más, bonita, el mundo te va a comer a ti. Vas a arrepentirte de no haber pasado más tiempo con tu familia, disfrutando de un café en la terraza, vas a echar de menos los gritos de tus hermanos los domingos por la mañana temprano tras un sábado de fiesta, las comidas en familia los domingos y las quedadas con las chicas. Los cigarros en el jardín en verano y en invierno en el porche “venga el último y a sobar”.

 Pero lo vas a cambiar por “¿una de sushi/muerte por sopa hoy?”, “¿tú crees que nos perderemos hoy?”, “¿cuándo nos vemos esta semana?”, “veeees… te lo dije”, pasear sin motivo alguno, que te rompa a llover y no lleves paraguas (es más, que ni tengas, viviendo en una de las ciudades más lluviosas del mundo), empezar a beber cerveza/vino tinto y descubrir que no estaba tan malo como decías (es que es lo más barato aquí…), mezclar todos los idiomas posibles, conocerte todos los Starbucks de la ciudad, bañarte en el Sena y tomar el sol en bikini en los parques cual guiri (sí, yo que me reía de las alemanas que se iban al Parque del Retiro), porque ahora tu vida está aquí. Esto es lo que has hecho de ella. Pero también es bonito cuando llegas a casa y tienes a alguien que te espera para darte un beso 

Tengo 26 años y supongo que aún me sigue quedando mucho por aprender, pero de momento quiero disfrutar de esta vida. No seré joven eternamente.

martes, 9 de febrero de 2016

Paralelo

Me he querido rendir. Muchas veces. Ya no llego a contarlas.
A veces he querido volver a casa y otras muchas desaparecer. Y es que la época navideña siempre me volvió un poco melancólica.

Me he dentro débil, triste, rota, desamparada. Y me he querido ahogar.
No he querido ver los esfuerzos que he hecho durante un año y medio. He querido abandonar. He querido finiquitar los progresos conseguidos con mi sangre, mi sudor y mis lágrimas. Sobre todo lágrimas. Aunque muchos no las vean. Aunque muchos solo vean mi lado superficial. Aunque muchos solo vean el lado bonito de París. Aunque no sean conscientes de la ausencia de sol, de la cultura diferente a pesar de la vecindad, de la barrera del idioma. Aunque solo vean las fotos en las redes sociales. Aunque no vean todo lo que tú estás perdiéndote en la casa paralela, la tuya, que ya no sabes si es tuya o si lo era.

París no es solo una bonita ciudad repleta de bohemios, copas de vino y que huele a pan. París a veces te traga y te recuerda que eres un grano de arena aunque a veces te sientas montaña. He querido desertar porque no me he visto capaz. Porque he tenido miedo. Porque me he visto al borde del precipicio. Me he asustado y he creído que no estaba a la altura. De muchas cosas, de hecho. Me he sentido aguja en un pajar, perdida. Y no quería que me encontrasen. Tampoco tenía ganas de encontrarme.

Pero entonces me despierto. Y veo. Veo más allá de la niebla. Me digo que no. Que puedo ser sensible pero nunca débil. Que puedo llorar pero que yo no me rindo.

“¿Me estás escuchando, Anaïs?”
“Sí…”
“Repítelo entonces”.
“Yo lucho por lo que quiero. Las personas tropiezan hasta llegar a su meta”.
“¿Y qué haces?”
“Si me caigo, me levanto, me sacudo y continúo. Siempre continúo”.

Porque no hay valientes sin cicatrices. No hay batallas sin pérdidas.
Porque nunca apreciaremos el sol sin haber pasado por tempestades.
Porque yo siempre continúo.

(Feliz año más tarde que nunca...)