martes, 9 de febrero de 2016

Paralelo

Me he querido rendir. Muchas veces. Ya no llego a contarlas.
A veces he querido volver a casa y otras muchas desaparecer. Y es que la época navideña siempre me volvió un poco melancólica.

Me he dentro débil, triste, rota, desamparada. Y me he querido ahogar.
No he querido ver los esfuerzos que he hecho durante un año y medio. He querido abandonar. He querido finiquitar los progresos conseguidos con mi sangre, mi sudor y mis lágrimas. Sobre todo lágrimas. Aunque muchos no las vean. Aunque muchos solo vean mi lado superficial. Aunque muchos solo vean el lado bonito de París. Aunque no sean conscientes de la ausencia de sol, de la cultura diferente a pesar de la vecindad, de la barrera del idioma. Aunque solo vean las fotos en las redes sociales. Aunque no vean todo lo que tú estás perdiéndote en la casa paralela, la tuya, que ya no sabes si es tuya o si lo era.

París no es solo una bonita ciudad repleta de bohemios, copas de vino y que huele a pan. París a veces te traga y te recuerda que eres un grano de arena aunque a veces te sientas montaña. He querido desertar porque no me he visto capaz. Porque he tenido miedo. Porque me he visto al borde del precipicio. Me he asustado y he creído que no estaba a la altura. De muchas cosas, de hecho. Me he sentido aguja en un pajar, perdida. Y no quería que me encontrasen. Tampoco tenía ganas de encontrarme.

Pero entonces me despierto. Y veo. Veo más allá de la niebla. Me digo que no. Que puedo ser sensible pero nunca débil. Que puedo llorar pero que yo no me rindo.

“¿Me estás escuchando, Anaïs?”
“Sí…”
“Repítelo entonces”.
“Yo lucho por lo que quiero. Las personas tropiezan hasta llegar a su meta”.
“¿Y qué haces?”
“Si me caigo, me levanto, me sacudo y continúo. Siempre continúo”.

Porque no hay valientes sin cicatrices. No hay batallas sin pérdidas.
Porque nunca apreciaremos el sol sin haber pasado por tempestades.
Porque yo siempre continúo.

(Feliz año más tarde que nunca...)

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