viernes, 29 de noviembre de 2013

Momentos

A veces, siento que el mundo carece completamente de personalidad y de amor por las pequeñas cosas, que, realmente son las mejores, precisamente porque son pequeñas y lo pequeño es lo único que queda cuando todo y todos se han ido. Cuando metes las manos en los bolsillos y te inunda la sensación de vacío.
Veo que las mentes se mueven únicamente por dinero, unas pésimas fichas de metal gastado, en un mundo injusto y cruel. Y es que, a veces llega el momento en el que piensas que nadie cree en ti, pero seguro que siempre habrá alguien que confíe en todas y cada una de tus virtudes, en tus planes y en ti como persona. 

Que el mero hecho de pasear por Madrid un día de calor asfixiante y que te duelan los pies a más no poder y recorrer Starbucks, Smöoy y Burguer King y así que viva el colesterol; que te hablen de Dunkin Donuts constantemente y los buenos recuerdos del verano haciendo las gansas borrachas y hablar todos, todos, todos los días aunque sea para mandarnos fotos haciendo tontunas; que te inviten a comer chino a su casa porque estabas deprimida y te den una medicina que abre el apetito; que te saltes una clase para que te levanten el ánimo mientras comes una palmera de chocolate y los lunes en los 100 Montaditos; que te obliguen a comer napolitanas de crema y chocolate o pizza en la cocina en la que hemos fumado la vida y se ha llorado la otra media, aunque en otras ocasiones nos hemos reído hasta llorar y que el gato venga a pedir agua del grifo; que hagamos un bizcocho de calabaza y chocolate y nos lo comamos calentito, y hacer otro de chocolate, echarle el chocolate fundido y dejarlo ahí de decoración; fumar un cigarro en la cocina de la abuela mientras se sinceran contigo, que te entienden, pero que aún con todo tu genio (el cual entienden) te quieren igual; que te traigan unas onzas de chocolate a las doce de la noche a la cama y te den consejos sobre la vida mientras apagamos cigarrillos en una lata de cerveza; que te den hasta las cuatro de la mañana fumando en la terraza desde Agosto a finales de Octubre, ya sea llorando o riendo, recordando cosas de cuando éramos pequeñas…

Que disfrute de ti, por la persona en la que te has convertido y en quién te convertirás. Que a pesar de las derrotas, siga confiando en que, en algún momento, ganarás no una batalla, sino la guerra. Que sonría todas y cada una de las veces que se acuerde de ti.

El principal problema se establece en que nos empeñamos en buscar la felicidad cada día y no nos damos cuenta de que es ella quien tiene que encontrarnos. Eso será donde menos te lo esperas y cuando llega, descubres que ahí no acaba todo. Que el final de un camino, sólo es el principio de otro y lo único importante son las personas que escoges para que caminen a tu lado. Lo que ocurrió ayer es agua pasada, y lo de mañana, ¡aún está por venir! Que lo que importa es el hoy, el presente. Así que, sé feliz y piensa… ¿En qué se basa tu felicidad?

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