Quizá ni siquiera se había planteado qué hacer el fin de semana. Quizá
ni ella sabía lo que haría el resto de su vida. Sí, claro que lo sabía, siempre
había estado segura de sí misma o había intentado estarlo. Se puso la cazadora
de cuero marrón, se calzó las botas Ugg sabiendo que hoy no había previsión de
lluvia (toda una suerte en la ciudad) y cogió un conjunto de guantes, gorro y
bufanda en marrón. Decidió dejar el bolso, por lo que únicamente se ocupó de ir
identificada, algo de dinero y el tabaco. Bajó por las escaleras, como siempre
y en la calle le esperaba el frío. Se dedicó a deambular por las calles frías y
otoñales de un Londres al que aún le faltaban horas para anochecer.
Entró en Starbucks para coger un white chocolate mocca, su café
favorito y fue saboreándolo lentamente por la calle, admirando su alrededor,
sabiendo que eso era lo que siempre había querido. El bullicio de la gente, las
luces frenéticas y el correr de los coches. El centro de la ciudad, el metro y
sus preciosos edificios. La humedad en el ambiente y ese cambio de aires que
necesitaba en su vida, porque el corazón se lo pedía a gritos.
Sí, ella siempre había sido inquieta y siempre necesitaba cambios. No
podía entrar en rutina, puesto que la consumía. El teléfono sonaba en casa
mientras ella seguía caminando por las calles, feliz, sabiendo que su sueño
estaba cumplido. Llegó hasta Trafalgar Square y se sentó bajo los leones,
contemplando cómo iba atardeciendo, el paso de las personas y el tráfico que
aumentaba. Los sorbos de su café le sabían a gloria mientras irradiaba
felicidad por unas mejillas sonrosadas, aunque realmente, desconozco si el
rosado era debido a felicidad o al frío. El último trago le recordó a su
familia, ahora lejos, pero la decisión había sido tomada hacía mucho tiempo.
Recordó su tatuaje mientras lo rozaba sobre la ropa: "the best is
yet to come". Sacó el tabaco y encendió un cigarro. Recordó la de veces que se había
dicho que dejaría de fumar, pero era el único capricho que se daba: un paquete
de Marlboro. Se levantó y fue andando hacia la Galería Nacional, aunque fuese
sólo para verla un minuto. El minuto se convirtió en media hora. Se dio la
vuelta, hoy volvería a casa en metro, la noche se había cernido sobre la ciudad
y empezaba a hacer mucho frío. Entró en la parada de Charing Cross y se bajó en
la suya, Baker Street, una zona a la que pensaba que no accedería jamás. Subió
las escaleras y una vez en casa, se puso el pijama y se preparó su cena
favorita: un tazón de leche con Nesquik, plátano, frambuesas y cereales Crujientes
All-Bran. Se sentó en el sofá y se puso a ver las noticias.
Se quedó dormida en el sofá, con el sonido del televisor de fondo y
cuando llegó él, la despertó con un beso. Ella sonrió, se desperezó y mientras
él se quedaba en la cocina, ella fue a la habitación. El móvil tenía quince
llamadas perdidas y un whatsapp. Sabía de quién era. El whatsapp rezaba un
simple "Lo siento". Ella sonrió amargamente pensando
"llegas tarde". Apagó el teléfono y fue a la cocina, donde él la
esperaba con una sonrisa y un cupcake de carrot cake... ¡Mi favorito!
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