A
veces, siento que el mundo carece completamente de personalidad y de amor por
las pequeñas cosas, que, realmente son las mejores, precisamente porque son
pequeñas y lo pequeño es lo único que queda cuando todo y todos se han ido.
Cuando metes las manos en los bolsillos y te inunda la sensación de vacío.
Veo que
las mentes se mueven únicamente por dinero, unas pésimas fichas de metal
gastado, en un mundo injusto y cruel. Y es que, a veces llega el momento en el
que piensas que nadie cree en ti, pero seguro que siempre habrá alguien que
confíe en todas y cada una de tus virtudes, en tus planes y en ti como persona.
Que el mero hecho de pasear por Madrid un día de calor asfixiante y que te
duelan los pies a más no poder y recorrer Starbucks, Smöoy y Burguer King y así
que viva el colesterol; que te hablen de Dunkin Donuts constantemente y los
buenos recuerdos del verano haciendo las gansas borrachas y hablar todos,
todos, todos los días aunque sea para mandarnos fotos haciendo tontunas; que te
inviten a comer chino a su casa porque estabas deprimida y te den una medicina
que abre el apetito; que te saltes una clase para que te levanten el ánimo
mientras comes una palmera de chocolate y los lunes en los 100 Montaditos; que
te obliguen a comer napolitanas de crema y chocolate o pizza en la cocina en la
que hemos fumado la vida y se ha llorado la otra media, aunque en otras
ocasiones nos hemos reído hasta llorar y que el gato venga a pedir agua del
grifo; que hagamos un bizcocho de calabaza y chocolate y nos lo comamos
calentito, y hacer otro de chocolate, echarle el chocolate fundido y dejarlo
ahí de decoración; fumar un cigarro en la cocina de la abuela mientras se
sinceran contigo, que te entienden, pero que aún con todo tu genio (el cual
entienden) te quieren igual; que te traigan unas onzas de chocolate a las doce
de la noche a la cama y te den consejos sobre la vida mientras apagamos
cigarrillos en una lata de cerveza; que te den hasta las cuatro de la mañana
fumando en la terraza desde Agosto a finales de Octubre, ya sea llorando o
riendo, recordando cosas de cuando éramos pequeñas…
Que
disfrute de ti, por la persona en la que te has convertido y en quién te
convertirás. Que a pesar de las derrotas, siga confiando en que, en algún momento,
ganarás no una batalla, sino la guerra. Que sonría todas y cada una de las
veces que se acuerde de ti.
El
principal problema se establece en que nos empeñamos en buscar la felicidad
cada día y no nos damos cuenta de que es ella quien tiene que encontrarnos. Eso
será donde menos te lo esperas y cuando llega, descubres que ahí no acaba todo.
Que el final de un camino, sólo es el principio de otro y lo único importante
son las personas que escoges para que caminen a tu lado. Lo que ocurrió ayer es
agua pasada, y lo de mañana, ¡aún está por venir! Que lo que importa es el hoy,
el presente. Así que, sé feliz y piensa… ¿En qué se basa tu felicidad?
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