Hay heridas que se quedan para siempre. Pueden decir que es
cuestión de tiempo. Yo, que siempre he sido de acción-reacción, estoy
aprendiendo a meditar y he llegado a la conclusión que no todo el mundo aprecia
igual las joyas que podemos tener. Alguien con más poder decidió que la gente
no volaría y debería correr a lo largo de la Tierra, porque debe ser más fácil controlar
así el rebaño, y con esto nos surgió el gran problema: sabemos cuándo decimos “hola” sin embargo fuimos privados de conocer
a ciencia cierta y saber cuándo nos deparará su antítesis, “adiós”. En este mes me resulta imposible
reprimir las lágrimas cuando recuerdo tu presencia en cada momento de mi vida, las
largas conversaciones y los buenos consejos y la impotencia de no poder
tenerlos de nuevo. Pero cierro los ojos y es como si estuvieses aquí.
Eres sonrisa de oreja a oreja, eres una pipa sentado en el
sofá y una jarra de agua helada en pleno enero. Eres el brazo que la ha
cubierto y ella tu apoyo, eres unos ojos brillantes y las patas de gallo más
atractivas del mundo. Eres el “nena deja
de comer maíz que eso es para pollos” y una cuchara rebañando un plato de
fabada. Eres cada salto y cada brazada en la piscina animándome a hacer otro
largo, eres el mando de la televisión cada domingo en TVE1 haciéndome ver Cine de Barrio en vez de una película de
acción en Antena 3. Eres la llama en cada miembro de esta familia y en nuestros
principios. Eres cada partido de fútbol gritado en el salón con un buen
aperitivo. Eres la envidia de todo hombre: tu pelo canoso y nada de entradas. Eres
la hora del vermouth en el Al-Andalus y la mano que da de comer a Simba por
debajo de la mesa. Eres un café solo con hielo durante todo el año (eh, ¡eso sí
lo he heredado!) y eres unos ojos que miran por encima de unas gafas sentado en
tu taburete en la nave. Eres el rechazo al bastón y un cigarrillo de L&M
Light tras el desayuno y algún que otro orujo tras comer en el Jaén III un
domingo en familia. Eres fundamento en nuestras vidas y en cada villancico
pervertido en Navidad. Eres los nietos sentados en corrillo alrededor de tu
sofá para escuchar tus historias y hacernos algún truco. Eres la cinta de
Mireille Mathieu en el Ford Sierra. Eres la mejor espada de cine y una flecha
en las Olimpiadas de Barcelona ’92. Eres el primero en cualquier baile y en una
buena partida de ajedrez. Eres nuestra risa en cada comida familiar y el vacío
en cada brindis de Nochevieja. Eres broma y carcajadas desde que te levantas
hasta que te acuestas, el jaguar y el zorro con el “How are you?” “No, I’m
sorry” y el “One ticket to Kentucky”, ah y comer en el KFC!! Eres un Magnum de
chocolate-vainilla y unas buenas aceitunas de Campo Real. Eres recuerdo en cada
persona que has conocido y una sonrisa en ellos cuando hablan de ti. Y eres nuestro
orgullo cuando vemos que el resto lo hace. Eres Ultraviolet de Paco Rabanne y un pinchazo en la médula cuando la
huelo. ErEres la esperanza en tu hija, la calma de tu mujer y la paciencia de tu
hijo. Eres el sol en cada uno de
nosotros, aunque algunos estén más nublados que otros y eres agua (río, mar y
lluvia), eres la canción de "La playa". Pero sobre todo eres corazón y eres el alma de esta familia.
PD. Esta vez la carta se ha hecho esperar un día más. Tengo
miles de noticias que contarte, se me van acumulando con el paso de los años.
Ayer, como de costumbre, te llevé la flor, ¿me estarías cantando “Ayer encontré
la flor que tú me diste” de Gloria Estefan? Con la de veces que la cantábamos
en el coche… Además, fui a llevártela al Sena (la zona al lado de la Torre Eiffel),
porque la idea era llevarte una rosa blanca (como siempre) y es que ahí se concentra
el monopolio de Oriente Medio con las rositas y los llaveritos, pero ya sabes
que soy la Ley de Murphy personificada y ayer no había ninguno. Pero oye, ¿cuántas veces te ha subvencionado el
Ayuntamiento de París una flor la cual no conoces su nombre?
Me encantaría tenerte aquí y darte un achuchón. Te echo de
menos cada uno de mis días, pero sé que te tengo conmigo y aunque no
tenga la parte que pueda tocar, haría lo que fuera por volver a sentarme en tus
rodillas. Te quiero Abuelo.
Tu Heidi